viernes, 17 de abril de 2009

Carta de amor

Tu ausencia me lleva al desespero de tener que desahogar mi corazón para que no deje de latir. La mejor forma de hacerlo es por medio de esta hoja en blanco que se va llenando con la misma intensidad con que construimos nuestro amor. Sí, amor, que agridulce me suena esta palabra. Pero creo que es la más completa para comenzar a desnudar mi alma. Respiro con una frecuencia poco usual. Tomo los recuerdos dulces para expulsarlos lentamente con algo de nostalgia.

Hago memoria de nuestro primer encuentro. Con qué insistencia solicitabas mi compañía. Las cervezas fueron acortando caminos y quizá temores. Con qué suavidad tomaste mi mano. La apretaste con tanta dulzura que se acostumbraron a estar unidas. Luego de tanto rodeo jugaste la última carta. Aquella que no definía el juego sino que lo prolongaba por toda la existencia.

Existencia que hoy se pone en duda cuando me veo obligado a intentar desprenderme de ti. Cómo hechizaste el sentimiento puro. Digo puro porque las barreras se eliminaron por completo. Aprendí amar el frío clima de la urbe porque me dabas calor. Aprendí a caminar por oscuros caminos por que porque siempre diste luz a mi vida. Aprendí a comer migajas para no hastiarnos de nuestro amor. Aprendí a conocer tu cuerpo para disfrutarlo como lo hace un niño con su nuevo juguete.

Busqué minuciosamente en cada centímetro de tu piel el placer, antes menos experimentado. Degusté la pureza de tus pies como un manjar. Saboree tus piernas al sabor de la miel. Conocí tu pecho y tus alturas prolongadas como la crema de vainilla. Tejí tu cabello con la armonía de un arpa. Prometí convertir el cuerpo en el mejor instrumento para elevar tu alma y tu espíritu. Vivimos experiencias que nos obligaban a sentirnos vivos. Sí, vivos, no porque existíamos sino que vivíamos. Soñamos proyectos juntos y los desarrollamos. Lástima que la malicia fue apareciendo con el tiempo. Tu desconfianza se convirtió en la mía, al igual que mi duda en la tuya.

No hay comentarios: